jueves, 14 de febrero de 2008

La preeminencia del amor...


Aunque yo hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles,
si no tengo amor, soy como una campana que resuena o un platillo que retiñe.
Aunque tuviera el don de la profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia,
aunque tuviera toda la fe, una fe capaz de trasladar montañas,
si no tengo amor, no soy nada.
Aunque repartiera todos mis bienes para alimentar a los pobres y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, no me sirve para nada.
El amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no hace alarde, no se envanece, no procede con bajeza,
no busca su propio interés, no se irrita, no tiene en cuenta el mal recibido,
no se alegra de la injusticia, sino que se regocija con la verdad.
El amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.
El amor no pasará jamás.
Las profecías acabarán, el don de lenguas terminará, la ciencia desaparecerá;
porque nuestra ciencia es imperfecta y nuestras profecías, limitadas.
Cuando llegue lo que es perfecto, cesará lo que es imperfecto.
Mientras yo era niña, hablaba como una niña, sentía como una niña, razonaba como una niña,
pero cuando me hice mujer, dejé a un lado las cosas de niña.
Ahora vemos como en un espejo, confusamente; después veremos cara a cara.
Ahora conozco todo imperfectamente; después conoceré como Dios me conoce a mí.
En una palabra, ahora existen tres cosas:
la fe, la esperanza y el amor, pero la más grande de todas es : EL AMOR.
(1 cor. 13:1-13)

No hay comentarios: